Gracias Kari por tu cuento!!

Tamara Juega Con Migo

Todo empezó ayer a la tarde. La entusiasta voz de Claudia en el contestador me intimaba: Nos juntamos en lo de Lucre, mas vale que vengas, boluda, porque van a estar todas las chicas. Mis compañeras de hockey querían celebrar el 15 aniversario de un campeonato que ganamos, o alguna pelotudez por el estilo. Pensé, busqué excusas, pretextos, traté de convencerme de que tenía cosas mejores que hacer pero no me creí a mi misma cuando me dije que era importante que terminara aquel trabajo, o que pasarme la noche arreglándome las uñas de los pies era una buena alternativa a entreverarme en ese nido de crótalos. Pero recordé a Tamara, su cuerpo estremecido, su boca jadeante. De seguro estaría allí, entonces calcé mis pies en sendas diminutas sandalias y mi cuerpo en un exiguo vestido de gasa color piel. La precaria tela, (que dejaba traslucir la tanga negra como si fuera una sutil sombra), apenas podía contenerme las tetas, deliberadamente exentas de corpiño, (a Tamara le encantaba ver mis pezones tiesos a través de la ropa). Un rápido make up, una peinada a mano, un par de poses frente al espejo, y salí
Toqué el timbre, la puerta se abrió delante de Lucre:
¡Hola, Kari! ¡Miren chicas, llegó Kari!.
Y ese fue el comienzo de un concierto de falsedades, indirectas venenosas y sacadas de cuero.
Allí estaban todas: Claudia, mi buena amiga Claudia, mi socia insobornable cuando de comentarios despiadados se trataba. Lucre que durante cada partido se la pasaba puteandome, ahora me colmaba de cariño. Analía denotaba en su rostro y su talante el precio de estar casada con un boludo colosal. Bochi, al bambolear su culo de cuatro ambientes, demostraba que el negro adelgaza, pero no hace milagros. Susi seguía convencida como hace 15 años de que no había mejor trabajo que el de actriz porno, y que como tal, ella hoy sería millonaria (como si a alguien le interesara verla coger, de hecho ni a su marido le interesa). Vale nadaba en sus aires de princesa. Vicki, Ceci, Pao, Majo, Mechi, Loli, Mica y Pame, tan insulsas como intrascendentes.
Y también estaba Tamara, radiante como siempre. La exquisita niña con un toque de mujer que era, se había convertido en una exquisita mujer con un toque de niña. La verdad es que mi presencia la incomodó. Me miraba, sonreía y se sonrojaba y repentinamente me evitaba. Contaba anécdotas (falsas o reales) que la pintaban como la heterosexualidad hecha mujer. Creía que me olvidaba las maniobras que ella hacía con tal de quedarse en las duchas a solas conmigo para sumergirse en mi entrepierna y beber, diluidos entre agua y pompas de jabón, mis más íntimos licores, para chuparme los pies con dedicación, para que sus manos se satisfagan en mi cola, para que nuestras lenguas jueguen al toro y el torero...
Toda la noche se la pasó huyendo, más que de mi, de su propia indecisión. En un momento dado, quedamos las dos solas en la cocina, frente a frente, me besó en la boca y juró que me amaba. Repentinamente se sobresaltó y entre risas histéricas me dijo: ¡Ay, perdoname!, estoy en pedo y cuando me pongo en pedo hago boludeces, no me hagas caso. Se dio vuelta y escapó casi corriendo. Yo junté los pedacitos de mi corazón que yacían esparcidos en el suelo, atravesé el living, y saludando apenas con ademanes me dirigí hacia la puerta.
La puerta se cerró detrás de mi, y el exiguo refugio me dejó a merced de la lluvia. Pese a que trataba de cobijarme bajo las cornisas, mi vestido se aliaba con cada gota para revelar los contornos de mi cuerpo. Pensé en quitarme mis diminutas sandalias y caminar descalza para que el agua que corría por la vereda le hiciera el amor a mis pies. Pero estamos en Bs. As. Y los perros se hubieran encargado de convertir tan estimulante experiencia en una tortura. Fue en ese momento en el que pensé: No debí venir. Crucé la calle procurando abrigo en un bar. Las luces estaban encendidas pero la puerta estaba cerrada con llave. Reflejada en el vidrio, me vi empapada, desde mis sienes dos chorros de agua corrían, convergían bajo mi mentón y entre las tetas se perdían bajo mi vestido, que a la sazón parecía un body-painting. Me dije al carajo con todo. Deje de buscar refugios, me expuse a la lluvia y me quité las sandalias: ‘y si piso mierda de perro no me importa, total dicen que trae suerte’. Tal sensación de libertad pulverizó mi angustia.
Me di cuenta de que había caminado sin rumbo en el momento en que una voz gritó mi nombre.
La figura de Tammy brotó de entre la cortina de agua.
- Kari, saliste como un zombi - exclamo Tamara - me preocupé y salí a buscarte.
Me tomó de la mano y me guió hacia un 'Gol' rojo
-Dale, te llevo - dijo con una sonrisa complaciente
-Gracias, yo vivo en...
-No boluda- interrumpió Tamara - te llevo a mi casa. Estoy sola en mi casa. Y no quiero dormir sola.


Kari Lapper

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